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... Es inevitable, en un momento de la procesión, unos segundos de contemplación a la obra que llevamos sobre los hombros. Como cada año, suele ser casi siempre en la calle de San Nicolás, la calle mas nazarena de Murcia, creo que el mejor escenario para ello. Me separo adelantándome al trono y reposando mi cuerpo apoyando mi barbilla en mis manos posadas sobre la muletilla metálica de mi estante, alzo la vista y observo una vez más la magnificencia escultórica del maestro Salzillo, sintiendo un enorme escalofrió al presenciar la escena evangélica. Siento una sensación irresistible que eleva mis sentidos al mundo glorioso del Arte supremo, haciendo un esfuerzo de serenidad mental para descender a la fría realidad del análisis detallista. Porque estas imágenes están hechas para ser contempladas en las calles morunas, estrechas, profundas, llenas de gente y con la luz de esta Murcia única. Como comentó nuestro amigo Aliaga: “Nunca se sabrá si Salzillo hizo sus imágenes para desfilar por estas calles, o, estas calles se hicieron para que desfilaran las imágenes de Salzillo”.



En San Nicolás años 90Siguen durmiendo los tres discípulos.
En San Pedro se ve, que apercibida la espada para la defensa, duerme vigilante, con inquieta prevención y sin sosiego, teniendo, como vulgarmente se dice, un ojo abierto y otro cerrado, en un estado de duermevela, sin darle tregua al descanso corporal, como si presintiera el temor de alguna desgracia.
El sueño de Santiago, es distinto totalmente al que tiene dominado a Pedro; se observa al hombre vencido por las exigencias físicas. Se le ve recostado y pesadamente dormido, teniendo apoyada su hermosa cabeza en la ruda mano del brazo izquierdo, de fuerte y acentuada musculatura.
En contraste con las dos figuras anteriores, está San Juan, hermosa y sublime talla del apóstol injustamente desconocida y valorada suficientemente, tal vez por su posición en el trono un tanto escondida. Pues bien, el joven discípulo se halla blandamente acostado, abandonado al descanso, rendido por un sueño delicioso, propio de un adolescente cansado, observándose en él la más elevada sublimidad y el realismo más humano. Tanto es así que parece ver su pecho elevarse y descender motivado por la respiración suave y apenas perceptible, oyéndosele dormir. La verdad es que, soy un ferviente admirador de esta escultura, y aprovecho cualquier circunstancia para recomendar a todos se fijen en ella y admiren la irresistible simpatía que emana de esta figura de mancebo.

En mi éxtasis contemplativo, avanzo con la mirada pasando por la esbelta palmera magníficamente arreglada el día antes por los hombres que hoy la llevaran sobre el hombro, con mimo, con gusto, abrazando con sumo cariño el Cáliz y batiendo sus palmas al viento como saludando al pueblo murciano, y, por fin, mis ojos se clavan en los de mi Cristo, sintiendo en ese momento una sensación de paz y de esperanza supremas. Le doy las gracias por haberme ayudado tantas y tantas veces en mi vida a pasar mi cáliz de amargura. Siento que me responde y me anima a que siga confiando en El, que nunca decaiga mi confianza en El. En ese momento noto como un remolino de viento, y, en ese instante, veo posarse sobre el huerto a Camael (mi Ángel, nuestro Ángel), con sus alas desplegadas todavía e incluso con su cabello suelto por la acción del aire. Inmediatamente acude en auxilio del Redentor ayudándole, en su soledad, a que asuma el papel terrenal de sufrimiento encomendado por el PADRE. Su mano izquierda acaricia y sostiene con suma ternura la cabeza del Nazareno y, inevitablemente mis ojos se deslizan por su torso y acompañan su brazo derecho hasta llegar a su mano, en donde como flecha indicadora, le señala al Maestro el Cáliz que debe pasar por la voluntad de Dios Padre.

En San Nicolás año 2011
A continuación, no podría pasar sin hacerlo, dirijo mis sentidos a los hombres que portan tan divina y humana escena. ¡Qué orgulloso me siento de mis nazarenos! Después de cuatro horas soportando tanto sacrificio, y por la calle nazarena más larga, estrecha, abarrotada de gente, lleno el ambiente del polvo de la arena que salvaguardan los desniveles de las aceras y dificultan la respiración en el esfuerzo, es entonces, cuando ya el hombro no siente dolor, de tanto dolor, valga la redundancia, es entonces como digo, cuando estos hombres echan el resto de sus fuerzas y de sus sentimientos y ofrecen al pueblo de Murcia toda una lección de cómo debe llevarse un paso. Pero sobre todo y ante todo se prueban a ellos mismos, desean saber si son dignos nazarenos estantes de La Oración. Quieren pasar la prueba de fuego, ninguno deja su sitio en esta calle. Despacio. Muy despacio. Arriba en el hombro, el sudor empapa el capuz, pese al pañuelo de la cabeza, las venas del cuello parecen que vayan a estallar, con el cuerpo erguido. Equilibrado en el centro de la calle. Sin bandazos. Avanzando con hidalguía. Con el rostro desfigurado por el esfuerzo.  En esta calle es donde todos sacarán todo lo que llevan dentro de su alma de sentimiento y orgullo nazareno. En esta calle es donde, principalmente los hombres de las tarimas, echan el resto. Saben que ellos son los mayores protagonistas de la travesía de esta calle. Ellos son los que mantendrán en el centro de la calle al trono, y eso, con la inmensa responsabilidad y cuidado de no lastimar al numeroso público que invade las aceras. Y siempre con una sonrisa en los labios. Sin entrar en hipérbole, son los mejores del mundo. Los que presencian el cortejo lo saben, por eso les obsequian con un prolongado aplauso a su paso, estos que son los llamados nazarenos de silla, son habituales de todos los años, y no se perderían por nada del mundo ver a estos nazarenos en San Nicolás, “La calle más larga”, como la definió Antonio Jiménez (hijo), punta de vara de La Oración, igual que lo fue su padre.

Ante esta escena descrita, no me duelen prendas al descubrir que mi rostro se humedece por las lagrimas, benditas lagrimas, que mis ojos dejan escapar motivadas por tantas emociones encontradas; vienen a mi mente tantos y tantos nazarenos de este paso que ya no están, unos porque viajaron hacia el Huerto Divino y otros que por edad han cumplido con creces el papel de nazareno estante en activo, ellos fueron también protagonistas y forjaron la historia de este trono. Entonces le doy gracias a mi Cristo por tener el privilegio de poder contemplar tanta maravilla, y, por sentirme y ser nazareno <morao>.
“En medio de mis fatigas, al sueño quise rendirme; pues quien vive como yo, cuando sueña es cuando vive”.

PEDRO ZAMORA GARCIA
(Cabo de Andas de La Oración del Huerto, durante 52 años)